R I V A L A D E S I G N A R

Sunday, March 23, 2008

Fanny y Alejandro

Si este espacio se puede vanagloriar de algo, de una sola cosa, es de su precisión adivinatoria para las edades. Entonces estaban ella de 27 y él de 18 . La gringa era rubia, blanca y llana como rodaja de pan lactal. El originario, marrón y lampiño como un volcán desteñido. Juntos se deslizaban en silencio entre las góndolas del chino, ella iba al glamour pragmático del yogur de vainilla y una barra de chocolate amargo; él apuntaba a lo seguro: salchichas y supercongelados. Ella, besuquera, demandante; él, arisco, hinchado las bolas.

En su precario español de clases particulares, Fanny le susurró algo que no pudimos entender; aunque sí oímos con nitidez la respuesta de Alejandro: silencio. Ella pagó los 23 pesos de su morral étnico y su moral protestante, él cargó las bolsas con disciplina filiatoria. Juntos se alejaron aferrados en entusiasmo asimétrico a la cocina común del hostel céntrico para celebrar el sábado santo con un almuerzo circunspecto.

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