Ocurrido en Budesti
Despues de discutir el precio de la pensión -me pedían €15, yo ofrecía €4- preguntaron a la autoridad del lugar. una vieja malhumorada dueña del vientre por donde seguramente habían pasado todos los presentes menos yo. Habló en tono severo, rumano. Las únicas palabras que pude entender fueron algo así como "dormire la calea". Mi interlocutor francoparlante puso cara de cirujano a punto de anunciar un cáncer fulminante y bajó la mirada. Yo, ya consultando los horarios de autobus de regreso a Argentina, le pedí que me escribiera en rumano "puedo armar mi carpa en su jardín?". Seguramente no sabía escribir porque me dejó montar mi carpa en el suyo.
El único inconveniente era que "su jardín" era la embajada del Amazonas en Rumania. Mientras yo seguía diciendo perfect, multumesc (gracias) y buscaba la victorinox, no sabía si para podar un poquito la zona o desangrarme y descansar en paz entre los matorrales, apareció el hermano angloparlante con una guadaña que sería muy útil para cualquiera de mis dos propósitos. En 30 segundos despejó unos 6 m2 que dejó como el campo de juego del Manchester United.
Cuando estuvo listo pronunció dos palabras que yo entendí como "esto ha sido un pequeño Hiroshima para decenas de miles de insectos. Una multitud de arañas y otras especies muy agresivas perdieron a sus familias y sus hogares y en este momento sólo viven para vengarse. Ya puedes acampar, yo me voy".
Sobreviví, mamá
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